Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez cuenta la historia de Gaspar y su padre Juan, su destino como mediums que pueden contactar a la Oscuridad -una entidad cósmica / dimensión paralela / ser primordial- y que viven parar servir a una orden que la venera.
Después de terminarla me siguen pinchando el cerebro algunas cosas.
Arquitecturas Raras: sónico-tectónico
En marzo cumplo 25 años. Escribo esto durmiendo en el living de una casa ajena y con la cuenta bancaria vacía. Hace tiempo un amigo me decía que su mayor miedo era nunca tener una casa propia. A mí no me pasa porque habito los lugares como un fantasma (soy medio fantasma): haunteandolos, embrujo las casas. Eso y porque sé que ni en pedo voy a conseguir comprar una propiedad. Imposible. No en esta vida. Proyección a futuro: cero. Así que no me preocupa. Me preocupan otras cosas. Dormir bien una noche más, por ejemplo. Comer algo rico, reírme un rato, escuchar una canción hermosa.
Leyendo Nuestra parte de noche encontré un contrapunto entre la música y la arquitectura, como si lo sónico y lo tectónico correspondieran a órdenes opuestos. Ondas contra masa concreta. Sucede en un momento muy dionisíaco de la historia: en la viscosidad de varios días cargados de drogas, Rosario, la madre de Gaspar, señala que adora escuchar música, pero Stephen, un amigo de la familia, prefiere contemplar espacios. Ambas preferencias tienen que ver con el disfrute, con reventarse de sustancias y transitar la opulencia del sonido y de habitar la magia del mundo visto a través de un caleidoscopio.
Una vez escuché algunas entrevistas a Enríquez y me quedaron dando vuelta varias cosas, pero en relación a la música me resonó su impulso casi wagneriano (¿se dice así?) de entenderla (no la dimensión sónica de la música, sino el sistema de la música que lo convierte en una tragedia griega: el show, la perfo, las visuales, la lírica) como una especie de arte total. Pero me gustó más cómo ella aceptó que si bien la música es increíble, no es lo suyo.
A veces encuentro mejores hogares en la música que en un edificio.
Andrógino Mágico: vampirismo-homoerotismo
A veces encuentro mejores hogares en otro cuerpo que en el mío.
En la misma novela de Enríquez el género es parte de la mística de terror de la orden que venera a la Oscuridad y el sexo parte de los rituales. En una entrevista ella también dijo que el vampirismo y el homoerotismo son lo mismo. Engancharse al cuerpo del otro sin miedo.
Andrógino mágico: en estado de éxtasis los cuerpos son un amasijo indiferenciado. Mirá si me voy a poner a elegir, mirá si nos voy a restringir el placer.
El género se vuelve una herramienta terrorista: abrimos a la Oscuridad cogiendo entre andróginos; no porque seamos esos seres super lindos en los que no se distingue "qué son", sino porque somos monstruos, porque no nos importa "qué somos".
Andrógino mágico: me identifico como miedo, mis pronombres son AAAhahhA/AaaAAAhaa.
Amor de Terror: morir-separarse
Los romances de Enríquez son enfermizos y realistas. La mayoría de los finales tienen que ver con la muerte: la pasión que llega al odio del final y después la muerte, la pérdida por el fin de la vida, Tánatos como fin de Eros. El fantasma de Rosario dando vueltas sobre Juan. Haunt me. Separarse es un poco como que se muera alguien ¿Cómo puede ser que no hablemos más? Rosario se muere antes de la novela, es el punto de partida, y Juan no puede alcanzarla aunque debería, debería poder alcanzar ese otro lado que es la Oscuridad; ¿Por qué no puede alcanzarla? Nuestra parte de noche está llena de amores que mueren: Juan y Rosario y Tali y Stephen; Gaspar y sus novias y el recuerdo de Adela; Betty y su esposo muerto, un espectro dudoso; Luis y su ex-esposa y después su esposa.
El amor en la novela es una cuestión de vida o muerte: un arcoíris en la Garganta del Diablo.
Para mí también es una cuestión de vida o muerte: mi conflicto en la tiniebla.